Felipe Arias Cuervo veu para o IES Nº1 do Carballiño en setembro do ano 1980 e foise en setembro de 1999.
Felipe era profesor de ciencias naturais e os alumnos cariñosamente lle chamaban o ” biólogo “
En total foron 19 anos intensos de docencia, nos que o seu carácter e implicación no ensino xunto ca paixón pola natureza deixou unha fonda pegada nos seus alumnos.
Desafortunadamente en marzo de 2019 faleceu, dándose a triste circunstancia de que uns días antes tamén falecera a súa filla Ana Isabel.
Nos primeiros anos da súa presenza no centro Felipe fixo un pequeno museo de historia natural: aves rapaces e pequenos mamiferos disecados, esqueletos de aves, caixas con insectos, minerais etc. Todos estes elementos estan colocados en vitrinas na zona do centro onde se atopan o despacho de dirección, secretaría, sala de profesores etc
Co remate do curso 2020-21 e por iniciativa de antiguos compañeiros de claustro decidiron colocar unha placa nestas vitrinas en reconocemento a labor de Felipe.
Quen estudaba Cou daquelas no IES Nº 1 Francisco Valeiras Baranda ( actual Xefe da Polícia Local do Carballiño ) e impulsor da creación do grupo ecoloxista Outeiro foi colaborador e co paso do tempo amigo de Felipe.
Tamén o empresario Moncho Viñal que nos seus ratos libres facia de taxidermista colaborou con Felipe na creación do museo.
Paco relatanos cousas daquela época en que se fixo o pequeno museo
En un atardecer de la primavera de 1981 alguien me avisó de que una pequeña ave rapaz había chocado contra un ventanal y allí estaba; aturdida y asustada dentro de una caja de cartón con suficiente ventilación y en sitio fresco como manda el manual, porque a pesar de su desafortunado lance, había caído en buenas manos.
Aquel bravísimo gavilán (Accipiter nisus) estaba aparentemente ileso, sus alas, patas y plumaje en perfecto estado y buena respuesta a los estímulos; en definitiva ni una sola lesión a la vista; solamente estrés y el abatimiento propio de quien se sabe desafortunado.
Pese a que el manual indica todo lo contrario, decidí dejar pasar unos minutos para que el ave se recuperase y liberarla inmediatamente.
Ya entre mis manos, pude sentir los latidos de su corazón impaciente por volver a la libertad y fue entonces cuando, lo vuelvo hacia mi para poder ver de cerca sus ojos de color carmesí, para gozar de su hermosa bravura y aunque solamente fuese durante un efímero parpadeo poder volar con él en frondosidad de cualquier bosque gallego. Pero la emotividad de ese momento fue interrumpida con la brusquedad de agónicos estertores, esos terribles espasmos que indica que la muerte esta entrando en el cuerpo y la vida saliendo. Entre mis manos murió aquel gavilán a un paso de la libertad que era la razón de su existencia, a un paso de volver al claroscuro de la fronda, al mágico entorno del bosque gallego.
Fue esta una de tantas batallas libradas por el entonces incipiente Grupo de Acción Ecoloxista OUTEIRO y su Centro de Recuperación de Fauna, muchas de ellas tristemente perdidas otras felizmente ganadas, pero muy pocas con la relevancia de la accidental muerte de esta pequeña rapiña y su historia posterior.
Al día siguiente llevé el cadáver al Instituto y entregándoselo a mi profesor de Biología le dije:” Profesor, por favor D. Felipe, dígame por qué se murió”.
Pasados unos días estando en su clase, D. Felipe se acercó y me regalo una cartulina blanca en donde había dispuesto todas la plumas de aquel gavilán; una perfecta silueta con las plumas de la cola extendidas en abanico y las alas en forma de guadaña como lo hacen los gavilanes para sortear los obstáculos que encuentran cuando vuelan a gran velocidad a ras del suelo por los terrenos forestales.
El profesor cogió mis manos y dejó caer dos perdigones de cartucho de escopeta de caza, y me dijo: los tenía alojados en un muslo. El ave sobrevivió a esta estupidez para poder morir como lo hacen los animales salvajes: luchando por la vida. Tenía una hemorragia masiva en la cabeza provocada por el choque contra la ventana, en su intento de cazar un pajarillo
Al terminar la clase D. Felipe volvió acercase a mí y dijo en voz baja y pausada: Aún tengo otra sorpresa para ti; pero debes esperar unos días; una vez pasados trajo a clase el esqueleto del gavilán montando sobre una peana de madera.
Por entonces, en el equipo del Grupo Outeiro, había una persona que destacaba por su voluntad y perseverancia en el trabajo, un taxidermista enamorado del mundo natural, el entrañable Moncho Viñal quien afirmaba que un animal disecado no era un adorno para colocar sobre un mueble, sino un libro de texto.
Teniendo presente esta máxima decidimos hacer un montaje con dos piezas naturalizadas que expresasen con fuerza la tragedia en la lucha por la supervivencia entre los animales y para ello deberíamos de componer una escena impactante y la depredación resultaba muy simple aunque, a menudo, sea una realidad vista como una de las partes más amargas de la NATURALEZA.
Un ratonero común (Buteo buteo) trabando con sus garras por detrás a un cachorro de zorro (Vulpes vulpes). Dos mesodepredadores luchando entre si. Una escena increíble e improbable pero que recreaba toda la crueldad que se sucede en las entrañas de la vida salvaje.
El esqueleto del gavilán, el ratonero y el zorro fue las primeras piezas de lo que sería el museo del IES número 1 de Carballiño promovido por el inolvidable profesor de Biología D. Felipe ARIAS CUERVO.
Poco más tarde seguiría una caja entomológica repleta de insectos disecados, la que estaba “presidida” por un buen ejemplar macho de ciervo volante (Lucanus cervus) y a su lado una hembra, plasmando ambas “vacalouras” que la belleza y la espectacularidad está presente en toda forma de vida.
Grillos, libélulas, mariposas, lechuzas, ardillas y un variopinto elenco de especies vertebradas e invertebradas, pero también minerales, caracolas y restos de vasijas como si el autor pretendiese aunar el cielo, el mar y la tierra para componer una emotiva polifonía que armonizase la historia natural del planeta.
Es este un museo construido con la oportunidad, la casualidad y la suerte de ir disponiendo humildemente de cosas nuevas que incorporar a la colección y verdaderamente nadie debe de esperar encontrarse con grandes sorpresas; excepto que el observador sea capaz de volver hacia atrás en el tiempo, al esqueleto del gavilán y a partir de ese momento sentir la ilusión y dedicación que significaba sumar una pieza nueva, por sencilla que fuera, porque con cada una se sumaba al proyecto capitaneado por Felipe y Moncho, otro alumno más.