
Juan Lois Mosquera
En nuestro entorno, 1945-1950, quizás todavía antes , llegó a formar parte del ” imaginario popular” ( principalmente del que suscribe ,ja ja) el que en algunas librerías ( Bazar X , D. Vicente Torrado, Magariños, Soto, etc ) las ventas o transacciones comerciales de los libros se realizaban de una forma singular o muy particular.
De un amplio surtido de libros, cualquier título de los mismos, la transacción económica se efectuaba, más o menos, de la forma siguiente: desde un sencillo y breve libro de cuentos infantiles hasta los volúmenes más extensos, por ejemplo Los hermanos Karamazov a El Quijote, en principio, se vendían todos al mismo precio (supongamos a 500 pesetas de aquella, una gran cantidad, equivalente y en valor actual a unos 50 euros, aproximadamente).
No nos olvidemos que estoy escribiendo, desde mi subjetividad, acerca de librerías de un muy antiguo ” imaginario popular ” con lo cual, muy facilmente, pueden mezclarse recuerdos antiguos ocasionales con los deseos o la imaginación del autor de esta sencilla historia. El librero fijaba el precio de cualquier libro en las 500 pesetas ( equivalente ,tal como ya indicamos a los 50 euros, en valor de ahora) que el cliente debía abonar al retirar el ejemplar que hubiese elegido.
Pero si antes de 10 o 15 días, el comprador volvía a la librería y superaba satisfactoriamente un test del conocimiento ( una especie de variante del test de Turing) sobre el contenido del libro adquirido, el librero le devolvía entonces, por ejemplo, 40 euros. O sea, la diferencia entre lo que había entregado previamente (una especie de señal, como solía denominársele) y el valor real o verdadero del libro adquirido.

Para ello, el librero invitaba al cliente a un discreto despacho interior y allí le presentaba un amplio cuestionario que contenía preguntas sobre el libro adquirido, para que lo cumplimentase y, luego, revisado detenidamente por éste, en una breve conversación, comprobaba si, efectivamente, había leído y comprendido el contenido del libro.
Por el contrario, si el librero se daba perfecta cuenta de que el paisano no había leído página alguna del ejemplar escogido, no le devolvía nada de las 500 pesetas recibidas a la entrega del mismo .
Otras ciudades tienen, también, particularidades acerca de sus librerías. Tengo entendido que en Buenos Aires, la ciudad del mundo que tiene la proporción mayor de librerías respecto a su número de habitantes, algunas de ellas, situadas en las calles más importantes, se mantenían abiertas las 24 horas del día, con el fin de atender a sus numerosos clientes en cualquier momento, bien por la mañana tarde o de madrugada.
Como información complementaria, lamentablemente, en muchos pueblos y ciudades de España, por aquella época (1945-1950), con cierta frecuencia, se compraban los libros como objeto material, sin tener en cuenta, en absoluto, el contenido de los mismos o las bellas historias que se contaban en sus páginas interiores.
En esos casos, al considerar el libro, únicamente, un objeto material, un libro tanto servía, por ejemplo, para calzar un armario y que quedase bien nivelado, como, para colocarlos ( los gruesos volúmenes) en las sillas que se utilizaban en las fiestas familiares ( primeras comuniones, bautizos, fiestas Patronales de Septiembre, Navidades, etc) donde debían sentarse los niños y que así, sus cabezas, pudiesen sobrepasar el nivel superior de las mesas de los solemnes comedores utilizadas en las mismas y alcanzar con comodidad los platos, tenedores y cuchillos que iban usarse para comer.
Otra variante de la utilización de los libros como objeto material, en bastantes casas, adquirían ,también, en las librerías 1 o 2 metros de lomos de libros, ( principalmente, enciclopedias,) para decorar o rellenar los anaqueles o estantes de algún mueble recientemente comprado y destinado al salón principal de la casa.

En algunas ocasiones, en esos metros de libro, únicamente, en los lomos – figuraba el título de las novelas, ensayo, poesía, filosofía, etcétera- pero realmente, tras los mismos no había página de texto alguno.
Verdaderamente, es un poco triste que alguien entre en una librería y adquiera un libro no con el deseo de leerlo y disfrutarlo ( casi, hacerse con un amigo más) sino, fundamentalmente, con el fin de comprar un objeto físico y material para resolver problemas de intendencia que tienen en su domicilio ( nivelar un armario, que los niños puedan sentarse más altos en las sillas o rellenar huecos en las estanterías de los muebles más destacados del salón, etcétera).
Por lo expuesto anteriormente, no veo descabellada la idea de que algunos libreros de antaño, tratasen ,económicamente, de forma muy distinta a los clientes que evidentemente compran un libro para leerlo y disfrutarlo, tal como si fuese un nuevo amigo de los que, únicamente, lo consideran un objeto material sin importarle lo más mínimo el contenido del mismo..
Lector, ¿ verdad que son hermosas estas historias de nuestro ” antiguo imaginario popular” ( adornadas con cierta ficción por quien las suscribe, ja, ja) sobre algunas curiosas librerías carballinesas que, en principio, vendían todos sus libros al mismo precio?
Música sugerida: “Amancio Prada. Libre te quiero. Poema de Agustín García Calvo”
Curriculum de Juan Lois Mosquera :
Nacido en 1942-Bachillerato por libre en Colegio Isabel La Católica. Preuniversitario Instituto Otero Pedrayo de Ourense. Estudios de Perito Industrial Electricidad en Vigo ( los actuales Ingenieros Técnicos). Actividad profesional en la multinacional Siemens-Vigo (30 años) y Redcom – Vigo (Empresa de Telecomunicaciones). Desde su jubilación en el año 2.001,reside en O Carballiño.
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